El amor por el maestro de María Magdalena, Juan y Pedro no ha desaparecido después de su muerte. Su fe y su fidelidad son recompensadas con una alegría que los acompañará por siempre.
Los momentos previos a la Pasión nos introducen en el corazón encendido de Jesús. Con nuestras decisiones diarias nos abrimos o nos cerramos a su misterio de amor.
María y Judas percibieron el mismo aroma: el buen olor de Cristo. Pero sus corazones eran muy distintos. Como ellos, también nosotros hemos recibido mucho amor de Jesús.
Jesús nos desata, como hizo con aquel borrico, para hacernos partícipes de su gloria, de su entrega sin condiciones. Este es nuestro destino, nuestra maravillosa aventura. Dios tenía un plan para ese borrico. Del mismo modo tiene un plan para cada uno de nosotros, un plan de libertad y gloria