Escasas familias numerosas

Familia numerosa.
Familia numerosa.

Disfruté mucho hace unos días en casa de unos amigos con la presencia no solo de los padres si no de los siete hijos. El mayor en primer año de carrera los pequeños en Primaria todavía. Un encanto de chicos amables, disponibles para cualquier cosa. Pensé en la eficacia  del cariño y saber hacer de los padres, en su educación, que era manifiesta.

Pocos días después hablaba con un amigo, joven, del fallecimiento de otro amigo mío, que deja una viuda enferma, muy necesitada de cuidados, y de cómo se arreglarían los cuatro hijos para atenderla. Y este amigo me dijo: pues a mí me tocará cuidar a mis padres yo solo. Bien sabía yo que es hijo único.

Conozco bien a tres matrimonios que solo han podido tener un hijo. Porque se han casado un poco tarde o porque la naturaleza les ha fallado. Pero han puesto todos los medios para tener más. Y desde luego conozco a otros que tenían todo previsto y gran ilusión por tener muchos hijos y no ha llegado ninguno.

Lo que me produce gran tristeza son aquellos que se casan, después de un largo noviazgo sui géneris, y han decidido que los primeros años son para disfrutar, y luego, ya si eso, a ver si llegan los hijos. Claro, con esas tardanzas  pueden tener uno, dos o ninguno. Y así está la sociedad nuestra, con un problema grande de natalidad.

Es el gran contraste que se produce en nuestra sociedad. En España se da uno de los índices más bajos de natalidad de Europa, y, por contraste, es el país con más familias numerosas. O sea, que unos cuantos generoso y previsores  pueden salvar el futuro de este país, porque aunque sean pocos, serán hijos con una educación exquisita. No por casualidad, en su mayoría son católicos practicantes.

Las diferencias son notorias y casi podríamos decir que abismales. La educación que se recibe en una familia con 5, 6 o 7 hijos, y una familia con un hijo, es muy distinta. Aquellos matrimonios que por circunstancias diversas solo tienen un hijo aunque hubieran deseado tener mucho, son, por lo menos, conscientes de las dificultades que van a tener en la educación de ese hijo. Y pondrán los medios.

En las familias numerosas los hijos se educan entre ellos. Es notoria la necesidad de compenetración, de reparto de encargos, de dedicación de los mayores a los menores, de cuidar mucho las formas entre los mayores, evitando ciertas discusiones o malas palabras, pensando en los pequeños. Es fácil de entender que es otra cosa. Quizá  sobre todo porque en su mayor número, esas familias son cristianas.

Lo penoso es que haya tantas parejas insensibles a estas realidades. Con frecuencia, y sin que podamos juzgar a nadie en particular, pues no conocemos las causas, hay un planteamiento muy egoísta de la vida. Poco cristiano. Muy materialista. Un deseo de fondo de tener un casoplón en no se dónde, un cochazo que no te cuento, unas vacaciones de puro goce egoísta. Etcétera. Menos mal que, en esas parejas, no suele haber hijos, porque saldrían unos pequeños monstruos.

El ambiente más cristiano, más generoso, más amable, más disponible, surge en las familias numerosas, siempre y cuando los padres se hayan comportado con coherencia, conscientes de su responsabilidad. Por lo tanto son un bien indiscutible para la sociedad. Pero también se puede dar un ambiente muy cristiano en familias con uno o dos hijos. La cuestión es que los padres sean conscientes de las dificultades y se den cuenta del peligro de que surjan niños egoístas.

 
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