Lecturas de hoy. Lunes 29 de Abril de 2024

Ser pequeño no tiene que ver tanto con la edad sino con un corazón que confía en Dios

Altar Mayor de la Catedral de Badajoz. España
Altar Mayor de la Catedral de Badajoz. España
  1. Primera lectura
  2. Salmo Responsorial
  3. Evangelio
  4. Comentario

Lunes V de Pascua

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1, 5 — 2, 2):

Queridos hermanos:
Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.


Palabra de Dios

Salmo Responsorial

Salmo 102, 1b-2. 8-9. 13-14. 17-18a

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. 

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. 

 

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por los que lo temen;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. 

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

La misericordia del Señor
dura desde siempre y por siempre,
para aquellos que lo temen;
su justicia pasa de hijos a nietos:
para los que guardan la alianza. 

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11, 25-30):

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor

Comentario

El pasaje del Evangelio elegido por la Iglesia para la memoria litúrgica de Santa Catalina de Siena es una de las pocas conversaciones en voz alta entre Jesús y su padre Dios recogidas en los evangelios.

El Señor se alegra por la manera divina de revelarse a los hombres, sobre todo por los destinatarios de esa revelación. Las cosas de Dios no son para los que se creen sabios y prudentes, sino para los pequeños. Y ser pequeño no tiene que ver tanto con la edad sino con el corazón. Por eso se puede aprender a ser pequeños, y Jesus añade una pista para llegar a esa condición: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. La humildad del corazón de Cristo es la llave que abre el tesoro de la revelación. Su mansedumbre es la verdadera sabiduría.

Santa Catalina, como muchos santos, lo había entendido. Ella, una mujer semianalfabeta que aprendió solo a leer, llegó a ser consejera de príncipes y papas y es hoy Doctora de la Iglesia. Su vida profundamente mística fue compatible con un empeño concreto en las vicisitudes de su época, incluso en la política.

Así nosotros, sólo escuchando la voz de Dios y dejándonos transformar por el Espíritu Santo podemos incidir en la sociedad. “Si tienes deseos de ser grande -recomendaba San Josemaría- hazte pequeño. Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños..., rezar como rezan los niños” (prólogo de “Santo Rosario”).

Si el Señor se alegró por la revelación de su Padre a los pequeños, se alegrará aún más si hay muchos que se hacen pequeños, que creen, rezan y se abandonan como hijos pequeños delante de su Padre Dios.

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